La reactivación de la guerra en el Cáucaso tras el ataque del ejército de Azerbeiján a Nagorno Karabaj ha creado una grave situación que puede extenderse en la región. La proclamación en 1988 de la independencia de esa región de mayoría armenia, entonces integrada en la República soviética de Azerbeiján, siguió la guerra entre los nuevos Estados de Armenia y Azerbeiján que surgieron en 1991, conflagración que se cerró provisionalmente con los acuerdos de Biskek de mayo de 1994, ratificados por el Grupo de Minsk, congelando un peligroso conflicto que, un cuarto de siglo después, todavía no se ha resuelto. En un momento en que el mundo se enfrenta a la rápida extensión de la pandemia de la Covid-19, lo último que precisan las poblaciones afectadas es el estallido de nuevas guerras que solo traen desolación.
El reinicio de las hostilidades el pasado 27 de septiembre, con utilización de artillería, aviación y drones, ha causado ya centenares de víctimas, la destrucción de zonas habitadas, escuelas, hospitales e infraestructuras, y la declaración de la ley marcial en territorio azerí y armenio, junto a la intervención de tropas turcas en apoyo del ejército de Azerbeiján, así como los bombardeos indiscriminados, que han golpeado incluso a otros países de la región, como Irán, amenazan con extender de nuevo la guerra. Tras las dos treguas humanitarias acordadas entre los dos bandos en conflicto durante el mes de octubre, han vuelto los enfrentamientos armados entre tropas azeríes y armenias.
A la disputa entre armenios y azeríes se une la circunstancia de que los conductos que llevan petróleo y gas desde el mar Caspio a Europa y a los mercados internacionales pasan a pocos kilómetros al norte de Nagorno Karabaj, en una región donde siguen abiertas otras guerras, en Siria (donde se hallan desplegadas ilegalmente tropas norteamericanas), y en Iraq (que cuenta también con unidades militares estadounidenses), y cuya incontrolada expansión ha alcanzado al norte de Irán, se ha añadido la intervención militar de Turquía (un país miembro de la OTAN, que ya interviene ilegalmente en la guerra siria, en el norte de Iraq y en el caos creado por la intrusión occidental en Libia) que está bombardeando posiciones armenias, entrometiéndose en un conflicto ajeno, agravando la situación. El presidente turco, Erdogan, ha añadido más tensión al acusar al grupo de Minsk y a Moscú, París y Washington de armar y apoyar a Armenia.
Hay que asegurar la paz en Nagorno Karabaj. Es urgente que, además de la ayuda a la población civil y de las gestiones realizadas por el Comité Internacional de la Cruz Roja, los organismos internacionales y otros estados, principalmente Rusia, Francia, la Unión Europea y Estados Unidos, articulen mecanismos de negociación para poner fin a la guerra.
El Partido Comunista de España considera que las instituciones internacionales y las principales potencias deben presionar a Azerbeiján y Turquía para que respeten el alto el fuego y la tregua humanitaria suscrita el pasado 18 de octubre, detengan los bombardeos y las ofensivas militares, y reactiven de inmediato las negociaciones en el seno del Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, OSCE.
El Partido Comunista de España llama al gobierno español, a la Unión Europea, a los gobiernos que participan en el Grupo de Minsk, a implicarse activamente en la búsqueda de un rápido y definitivo alto el fuego que abra paso a las negociaciones. El PCE estima que resolver la cuestión del estatus definitivo de Nagorno Karabaj debe hacerse en la mesa de negociación, con participación de la población afectada y de los gobiernos de Ereván y Bakú, además de los países garantes del Grupo de Minsk. La solución del conflicto debe asegurar la paz en la zona, satisfacer las justas demandas de las partes y garantizar los derechos humanos de todos los habitantes de la región.